Por Ejemplo / FEBRERO 04 DE 2023 / 1 mes antes

Él es Luis Hernán Arango, 'Piripi', el poeta de los escombros

Autor : Wilson Horacio Granados Moreno / Especial para NUEVA CRÓNICA QUINDÍO

Él es Luis Hernán Arango, 'Piripi', el poeta de los escombros

Foto : Cortesía María Paula Urbano.

“Los cambuches siguen siendo hogares porque son hechos con amor”.

Luis Hernán Arango Gómez nació en Armenia el 29 de septiembre de 1970 y es licenciado en Tecnología Educativa de la Universidad del Quindío. Es Instructor del curso de cuentería y director del Grupo representativo ‘Tejecuentos’ de la misma Universidad. 

 Lleva 18 años narrando cuentos todos los viernes a las 5 p. m., en las gradas del bloque de Ciencias Básicas del alma mater. Todo el mundo lo conoce como ‘Piripi’, que significa “servicio, porque yo sirvo hasta de mal ejemplo”, manifiesta. 

Este narrador añora esa Armenia sana cuando era un niño de 8 años y podía montar en bus tranquilamente e ir a visitar solito a la abuela que vivía por el parque Sucre. Reconoce que fue un poquito díscolo e irreverente. “Empecé en el Inem, luego en el Rufino Centro, pasé al Rufino Sur, al San Solano, fui a parar a Calarcá, al Robledo, al Tecnológico, y acabé graduándome como bachiller por el Icfes, presentando las pruebas de Estado porque ya no me aguantaban en ningún colegio”. Estudió también en el Sena, ‘Máquinas y herramientas’. “Empecé a conversar con el torno y el torno no me respondía, y no me respondía la fresa. Comprendí que mi labor no estaba frente a una máquina y abandoné el Sena”. 

Luis Hernán Arango se topó en la vida con la corporación teatro de muñecos La Loca Compañía, “y entonces me empezó a llamar la atención toda esta actividad artística que ya venía desde el colegio. Aprendí declamación, poesía, cuentería, y empecé a leer y a buscar la manera de narrar. En marzo de 1993 participé en el Tercer Festival Iberoamericano de Teatro en Bogotá. Terminado el Festival, y por recomendación de una profesora que me llevó a su colegio de quinientos estudiantes a contar cuentos, visité varios colegios de esta ciudad. Y desde entonces, “este año cumplo treinta años de estar contando historias, de estar contando cuentos”. 

A Luis Hernán le apasionaba el teatro, pero no se daban las condiciones para ir a estudiar teatro a Manizales, a Cali. Por esto en 1996 se matriculó en Tecnología Educativa, donde aprendió fotografía, radio y televisión. Fue en esta década, el 25 de enero de 1999 a la 1:19 p. m., que el terremoto de Armenia lo empujó a cumplir una cita con el arte: el papel de grafitero callejero.

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¿Dónde estaba ese lunes 25 de enero de 1999? 

Estaba en el barrio Quindío pasando un guayabo terciario de Ron Jamaica. Estaba viendo Los Simpson, y justo cuando Homero Simpson dice: “Venga mi muerte”, en ese momento comenzó el terremoto. Lo único que hicimos en la casa fue sacar los abuelos, meternos debajo del marco de la puerta. Vimos que a un niño le cae una fachada. Fue impresionante el ruido, el sonido, o sea, la tierra crujiendo. Luego una vecina me llamó para que le ayudara a sacar su hermana, lamentablemente estaba muerta, tenía el cráneo abierto. Ver la cantidad de sangre, lo primero que se me vino a la mente fue: “Esta señora está muerta, yo voy a buscar vivos”. Y salí a buscar vivos.

¿Por qué lo llaman ‘El poeta de los escombros’? 

Al segundo y tercer día comenzó eso que nosotros empezamos a llamar “El escombro turismo”, que era escuchar las voces, “ve, mira que tal barrio se cayó, camina vamos a ver”, “¡Pobrecitos, qué pesar!”, y ver como ese morbo en la expresión de los rostros de la gente que iba a ver qué era lo que había pasado, eso me tocó mucho y se me vino a la mente: “Se cayeron las casas, pero seguimos vivos, tenemos sueños”. Yo quería que la gente supiera eso. Así que cogí un pincel y una pintura y le pedí permiso a una vecina para rayar una de las paredes que había quedado en pie de su casa y escribí: “Se habrán podido derrumbar las casas, pero no los sueños”. 

Entonces ya de ahí se me vino el otro: “Por verraco que se vea no dejamos la verraquera”, y empezamos a rayar paredes tarjadas, derrumbadas, con pintura roja y azul. Ya los vecinos decían, “venga escriba acá”, y eso trajo la prensa, primero fue CM& y luego llegó El Tiempo, y fue en la sección ‘Panorama’ de este diario que me bautizaron: ‘El poeta de los escombros’. 

Este poeta, con mochila y cachucha azul, pintó más de 70 grafitis en los 12 municipios del Quindío, contratado por el Instituto Seccional de Salud del Quindío, quien le pagó con 9 galones de pintura y 2 de colbón, para continuar rayando: “Vida a veces me acuerdo que estás para ser vivida”. 




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