Autor : Diego Arias Serna / Especial para NUEVA CRÓNICA QUINDÍO

“Es mucho mejor comprender el universo tal y como es, que mantenerse en el engaño, sin importar lo satisfactorio y tranquilizador que parezca”: Carl Sagan (1934-1996).
“Es mucho mejor comprender el universo tal y como es, que mantenerse en el engaño, sin importar lo satisfactorio y tranquilizador que parezca”: Carl Sagan (1934-1996).
El 12 de abril de 1961 el ruso Yuri Gagarin orbitó la Tierra por primera vez, e inició la aventura por conquistar el espacio más allá de la atmósfera terrestre. Por ese hecho, ese día del cuarto mes del año, la ONU lo decretó como Día Internacional de los Vuelos Espaciales Tripulados. Pero antes de esa fecha, la imaginación del hombre dejó en varios libros esa aspiración de los humanos. Veamos dos casos: ‘De la Tierra a la Luna’, de Julio Verne (1828-1905), publicada en 1865. Él narró, entre otras cosas, los preparativos que deberían tener quienes viajaban en esa misión espacial.
Se tiene también ‘Crónicas marcianas’, escrita en 1950 por Ray Bradbury (1920-2012), quien, aunado a ese deseo de “escalar el cielo”, enseña la desazón de algunos pensadores por el comportamiento de las civilizaciones. El texto aludido es una colección de relatos relacionados con la colonización de Marte por un grupo de personas que huyen de un mundo al borde de la destrucción, y aspiran, llegando al Planeta Rojo, formar una civilización ideal. Ya no como ficción, sino en la realidad, la Nasa prevé que en la década de 2030 habrá una colonia humana en Marte.
Además, la aspiración humana de ‘colonizar’ el cosmos, ha dejado una estela de desarrollos tecnológicos y descubrimientos científicos, que cubren un amplio espectro de beneficios. Se citan algunos: salud -como los LED rojos que emiten calor para combatir lesiones musculares-, telecomunicaciones –el Sistema de Posicionamiento Global, más conocido como GPS; trajes que resisten altas temperaturas, sistemas de purificación de agua, equipos de microondas, comida deshidratada, mejorar el pronóstico meteorológico, etc.
Por eso no se entiende que haya personas que critiquen la inversión en vuelos espaciales. Esos avances científicos-tecnológicos se han logrado con un presupuesto bajo. Por ejemplo, la Nasa recibe el 0.5 % del presupuesto federal de EE. UU., más o menos, 20.000 millones de dólares. La otra cara de la moneda dentro de este contexto muestra el mal de la humanidad: las guerras y la tecnología espacial alimentan los conflictos que conllevan a la puja por el control del planeta. Esa es la parte más irracional de la ‘razón’ humana. Pasemos a la historia, breve, de la carrera espacial.
Dos primeros cohetes: 2 descubrimientos
Con el primer satélite artificial, el Sputnik 1, lanzado el 4 de octubre de 1957, por la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se inicia la carrera espacial. Orbitó a una altura de 577 km. Luego, EE. UU., envió su primer cohete, el Explorer 1, el 1 febrero 1958, que orbitó a una altura de 1.454 km. Salieron al espacio con objetivos científicos: Sputnik 1 ayudó a determinar la densidad de la atmósfera superior y el Explorer 1 suministró información que permitió el hallazgo de los cinturones de Van Allen, dos zonas de la magnetosfera terrestre que concentran grandes cantidades de partículas cargadas de alta energía originadas - en buena parte - por el viento solar y capturadas por el campo magnético terrestre.
Los cinturones se llaman así, en honor a James Van Allen, quien los descubrió. Hay dos: el interior se extiende desde unos 500 kilómetros por encima de la superficie terrestre, hasta más allá de los 5.000 km. El cinturón exterior va desde unos 15.000 km, hasta más o menos 58.000 km y afecta a satélites de comunicación de órbitas altas/medias. Unos años después, los cohetes salen con humanos, y el 12 de abril de 1961, Gagarin llegó al espacio viajando en el Vostok 1. La misión duró 108 minutos, alcanzó una altitud de 315 km y retornó a la Tierra.
¿Cómo describió Gagarin la Tierra cuando estaba orbitando al planeta?: “Es apenas una pequeña y tierna gota de rocío azul pálido, flotando en la inmensidad del cosmos”. Asimismo, cuando la nave ingresó a la Tierra expresó: “La capsula se puso al rojo. Vi el resplandor de las llamas rugiendo alrededor de la nave. Estaba en una bola de fuego que se precipitaba hacia abajo”. Al final, el cosmonauta disparó el inyector, abandonó la cápsula en el aire y llegó al suelo en paracaídas. Como se trataba de una competencia, EE. UU. no se quedó atrás y 23 días después del paso gigante dado por Gagarin en el espacio, le tocó el turno a Alan Shepard, primer estadounidense en realizar una trayectoria suborbital.
Shepard llegó a 187 km de alto en 15 minutos de vuelo, después de que el cohete Rodstone 3 impulsara la nave Freedom 7. Este acto, de mayo de 1961, inició la participación - de verdad - de EE. UU. en la era espacial. 8 años después, el 20 de julio de 1969, ese país alcanzó su mayor epopeya, de esos tiempos, cuando logró llevar a dos hombres a la Luna y regresarlos en buenas condiciones a la Tierra. Ellos fueron: Neil Armstrong y Edwin Collins. Mientras ellos pisaban el satélite, Michael Collins orbitaba sobre la Luna.
Competencia espacial y militar
Tal vez, llegar primero a la Luna, podría considerarse el inicio de la competencia espacial entre las dos grandes potencias del momento, lo cual parece refrendarse con la siguiente afirmación del presidente de los EE. UU., John F. Kennedy, al administrador de la Nasa, James E. Webb, antes de esta hazaña espacial: “Todo lo que hagamos debería estar realmente vinculado a llegar a la Luna antes que los rusos… de otra manera no deberíamos gastar todo ese dinero, porque no estoy interesado en el espacio (…). La única justificación (para el coste) es porque esperamos ganar a la URSS para demostrar que, en lugar de estar por detrás de ellos por un par de años, gracias a Dios, les hemos adelantado”.
El uso, por parte de la URSS, de los misiles balísticos intercontinental (Icbm), que tienen un alcance de más de 5.500 km, compitió con la serie Discoverer de los servicios de inteligencia de EE. UU. Los Icbm se empezaron a construir con más potencia y con la capacidad de transportar varias ojivas nucleares. Estos misiles, hasta el 2019, estaban siendo usados por ocho países: EE. UU., Rusia, China, Corea del Norte, Reino Unido, Francia, Pakistán e India.
Por su parte, el 10 de agosto de 1960, la misión Discoverer 13 supuso la primera reentrada y recuperación exitosa del espacio de una cápsula - nueve días antes de la primera recuperación soviética de la cápsula Sputnik 5 - con las películas de fotografías tomadas sobre territorio enemigo. Así que, siguiendo a Wikipedia, la campaña para desarrollar la tecnología espacial para usos militares siguió en paralelo los esfuerzos científicos de la carrera espacial.
Antes del lanzamiento del Sputnik 1, tanto EE. UU. como la URSS, empezaron a desarrollar planes para lanzar satélites de observación terrestre con misiles Icbm. La nave soviética Zenit tenía un diseño similar a la Vostok, y su misión principal consistía en la observación del territorio estadounidense y europeo. Las dos potencias desarrollaron importantes programas espaciales militares. A menudo seguían un patrón: los estadounidenses sólo llegaban a completar maquetas, mientras que los soviéticos construían e incluso ponían en órbita su programa análogo.
La fuerza aérea americana propuso utilizar el misil Icbm Titán para lanzar el planeador hipersónico Dyna-Soar, con el fin de interceptar satélites enemigos, y para el desarrollo de un programa espacial de la Iniciativa de Defensa Estratégica. Los planes para este vehículo se reemplazaron por los del laboratorio orbital tripulado, utilizando hardware basado en el programa Gemini para llevar a cabo misiones de vigilancia, pero este también quedó cancelado. La URSS, en 1971, inició el programa Salyut, que terminó 1986, cuando arrancó el desarrollo de la estación espacial Mir, que pasó al control de Rusia al colapsar la RUSS. En la estación hubo cooperación internacional, pero, por obsoleta se destruyó en marzo 2001.
Por un mundo mejor: cooperación científica
Aunque el conflicto ruso-ucraniano ha detenido, en parte, la cooperación internacional de la conquista espacial, se hacen esfuerzos por parte de la ONU para favorecer a países en desarrollo. Como aparece en la página web “Hacia el Espacio” del gobierno de México, la Oficina de las Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (Unoosa) en cooperación con la Agencia Espacial Tripulada de China (Cmsa), presentó el programa “Cooperación de las Naciones Unidas con China para la utilización de su estación espacial”, en el marco de la Iniciativa de Tecnología Espacial Humana.
Se busca que los estados miembros de las Naciones Unidas, y en particular los países en vía de desarrollo contribuyan a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, enfocados a generar alianzas para un mayor acceso al espacio. A partir de 2023, los proyectos seleccionados conjuntamente por China, la Unoosa, y con la Agencia Espacial Europea, se dirigirían gradualmente al laboratorio espacial nacional chino. Estos proyectos se eligieron hace años y la Cmsa prometió que vendrán más. Además, la China coopera con países árabes. Es un nuevo paradigma de colaboración en materia científica y tecnológica.