Autor : Diego Arias Serna

Las barreras para el acceso a la educación son múltiples, siendo la pobreza una de las principales. Millones de niños ven con tristeza cómo son marginados para poder supe- rar la peor de todas las esclavitudes: la ignorancia.
“Ofrezcamos sistemas educativos capaces de sustentar sociedades igualitarias, economías dinámicas y los sueños de cada uno de los estudiantes del mundo más allá de todo límite”, António Guterres, secretario general de la ONU.
La página web de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), informó recientemente que la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), proclamó el 24 de enero Día Internacional de la Educación (DIE), en celebración del papel que la educación desempeña en la paz y el desarrollo. También expresa la Unesco que, sin una educación de calidad, inclusiva y equitativa para todos y de oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida, los países no lograrán alcanzar la igualdad de género ni romper el ciclo de pobreza que deja rezagados a millones de niños, jóvenes y adultos.
Para señalar lo mal que va la humanidad en aspectos educativos, la página indica los siguientes datos: “En la actualidad, 244 millones de niños y jóvenes están sin escolarizar y 771 millones de adultos son analfabetos. Su derecho a la educación está siendo violado y es inaceptable. Es hora de transformar la educación”. Por eso, el lema de este 24 de enero de 2023, es “invertir en las personas, priorizar en educación”. En esta oportunidad se insta a que se mantenga una fuerte movilización política en torno a la enseñanza y se trace el camino para traducir los compromisos y las iniciativas mundiales en acciones.
“Hay que dar prioridad a la educación para acelerar el progreso hacia todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible en un contexto de recesión mundial, desigualdades crecientes y crisis climática”, se afirma en la página web de la Unesco. El derecho a la educación está consagrado en el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual exige el ciclo de la primaria gratuita y obligatoria. La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada en 1989, va más allá al estipular que los países deberán hacer que la educación superior sea accesible para todos. Por eso se puede afirmar que la ONU ‘suplica’ a los gobiernos invertir en educación.
Si hubiese extraterrestres y conocieren estas ‘cartas’ emanadas de la ONU, se preguntarían: ¿Qué les pasa a estos terrícolas que se hacen llamar Homo sapiens y su población está tan mal educada? ¿Por qué en medio de tanta riqueza natural hay tanta desigualdad social? ¿Son amantes de la guerra, o los países poderosos tienen en la venta de armas un gran negocio? ¿Por qué los medios de comunicación, en vez de ser un espacio para la formación de sus seguidores los deforman con programas alienantes y vulgares? Y ¿Cuál es la autoridad de la ONU, cuando sus directrices prácticamente no son acatadas por los gobiernos, sobre todo cuando son naciones poderosas?
Sin educación no hay desarrollo sostenible
Expresa la página web de la Unesco que la educación es clave para el desarrollo sostenible (DS). Y que cuando se adoptó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la comunidad internacional reconoció que la educación es esencial para el éxito de sus 17 objetivos. El Objetivo número 4 de DS tiene, concretamente, como objetivo “garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos” para el año 2030, año que ya está muy cerca, pero esa formación, para la mayoría, está lejos de ser realidad.
Es bien conocido que la educación ofrece a los niños y las niñas una oportunidad de salir de la pobreza y un camino para alcanzar un futuro prometedor. Así lo indican diversos estudios y lo afirma la Unesco. Sin embargo, las cifras muestran datos como el ya mencionado de 244 millones de niños y jóvenes que están sin escolarizar, además, 617 millones de niños y adolescentes no pueden leer ni tienen los conocimientos básicos de matemáticas; menos del 40 % de las niñas del África Subsahariana completan los estudios de secundaria de ciclo inferior y unos 4 millones de niños y jóvenes refugiados no pueden asistir a la escuela. El derecho a la educación de estas personas se ve afectado y eso es inaceptable.
América Latina y el Caribe, infortunadamente no se quedan sin sumar a esta situación de desescolarización. Por cuenta de la Covid-19, se causó la interrupción más significativa del aprendizaje en la historia de América Latina y el Caribe. Hasta noviembre de 2021, 71 millones de niños, niñas y adolescentes de la región seguían afectados por el cierre de las escuelas, manifestó el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). También dio a conocer la entidad que incluso antes de la pandemia, la región se enfrentaba a una crisis de aprendizaje. Más de un tercio de los estudiantes no alcanzaba el nivel mínimo de competencia en lectura, mientras que algo más de la mitad no cumplía los estándares de aprendizaje en matemáticas.
Agregando que se calcula en unos 10.4 millones de niños, niñas y adolescentes que estaban sin escolarizar, lo que aumentaba el riesgo de violencia, explotación y abuso, así como los obstáculos para obtener ingresos en el futuro. “No confiamos en lo que estamos aprendiendo ni en cómo lo estamos aprendiendo”, dijo Emely Sánchez Peña, una líder juvenil de Costa Rica, en “Oportunidades en la crisis para reimaginar la educación en América Latina y el Caribe”, un webinar organizado por Unicef como parte de la inauguración del Foro Mundial de la Infancia y la Juventud, realizado recientemente.
Jean Gough, directora regional de Unicef para América Latina y el Caribe, también participó en el seminario web y pidió a los gobiernos y a los socios del sector privado que vuelvan a comprometerse con una mejor educación para los niños, niñas y adolescentes de la región.
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El alfabetismo funcional, otro mal
El problema de las nuevas generaciones no es sólo el hecho de la posibilidad de la desescolarización. Es más crítica la situación cuando quienes van a la escuela no se forman y terminan sus ciclos escolares como alfabetos funcionales. ¿Y qué es el alfabetismo funcional? Según Wikipedia, “consiste en habilidades de lectura y escritura que son inadecuadas para manejar la vida diaria y las tareas laborales que requieren habilidades de lectura más allá de un nivel básico”. Se puede decir también, que son aquellas personas que, teniendo un título, incluido el universitario, su nivel de lectura se limita a leer palabras, frases, párrafos, pero sin nivel de comprensión de lo leído.
De acuerdo con la Unesco, de 1990 a 2016 América Latina logró incrementar su porcentaje de alfabetización del 85 al 94 %. Sin embargo, el analfabetismo funcional es un problema que persiste, ya que más de la mitad de los jóvenes que egresan de la secundaria no tienen la capacidad lectora mínima requerida. Además, el 20 % de los adultos en Latinoamérica son alfabetos funcionales y hoy en día hay 19 millones de jóvenes en la misma situación. Sin duda, este fenómeno es un reto multidimensional que demanda soluciones integrales, como políticas gubernamentales enfocadas en evitar la deserción escolar y una mejor capacitación docente.
Los estudiosos de este tema señalan que el alfabetismo funcional puede generar una falta de interés en temas políticos, sociales o científicos, llevando a las personas a interesarse sólo en temas banales o de entretenimiento, lo que permite el control social por parte de los grupos dominantes. ‘Consumiendo’ tanta basura que se vende en la televisión, la radio, etc. la gente se entretiene y se olvida de los asuntos fundamentales de la vida, y de los malos gobiernos.
Colombia: baja participación escolar
Según Infobae, diario en línea de actualidad de Argentina, para el año 2021, en Colombia la matrícula nacional fue en 0.9 % respecto a la matrícula de 2020, que fue de 9.882.843 alumnos (85.166 alumnos menos). Por nivel educativo se matricularon 4.135.432 en básica primaria, con una variación de -0.8 % frente a 2020 y una participación de 42.2 %. Le sigue básica secundaria con 3.430.642, con una variación de -0.3 % y una participación del 35,0%. La más baja participación se registra en nivel de preescolar con 850.134 matriculados, que representa el 8.7 % y un decre- cimiento de 8.5 % respecto a 2020′′, explica el Dane, que no da razones o motivos por los cuales se presentan estas reducciones.
Aunque hay suficiente ilustración sobre la importancia de la educación en la primera infancia, en Colombia pasa desapercibida y el país se da el ‘lujo’ de tener una deficitaria atención escolar en edad de preescolar, así como todo el periodo de 0 a 5 de los niños. ¿Acaso el gobierno, y el ministerio de Educación en particular, no han entendido de lo que gana el país con una excelente educación en la primera infancia? Se sabe de lo que se pierde por no tener una adecuada asistencia de esta etapa inicial de la vida de la niñez: el aumento de la deserción escolar, y las dificultades para abordar el resto la edad de la juventud y la adulta.
En Colombia la deserción sigue siendo preocupante. El informe de pobreza multidimensional publicado por el Dane revela que el indicador de inasistencia escolar registró un incremento de 13,7 puntos porcentuales a nivel nacional, pasando de 2.7 % en 2019 a 16.4 % en 2020. En las zonas rurales el incremento fue de 25.5 puntos porcentuales. Siendo varias las causas que conllevan a la deserción escolar, puede citarse una: La tremenda desigualdad social de la sociedad colombiana.