Autor : Ernesto Acero Martinez
Para la Iglesia católica, el verde no solo es sinónimo de esperanza, representa que todo en la vida es pasajero, que hay un ciclo, que algún día esa fertilidad se marchitará.
Hubo un tiempo, y eso solo lo saben quienes nacieron antes de 1980, que un chamizo se transformaba en un colorido árbol de Navidad. El seco pedazo de árbol se forraba en algodón y se clavaba en una caja llena de arena, metálica, redonda, de esas en las que vendían las galletas crocantes y saladas por ese entonces; se le colgaban bolas rojas, verdes y doradas y se le enredaba una instalación multicolores. Vaya tiempos aquellos, cuánta emoción, de seguro fue en un árbol de estos que se inspiró el maestro José Barros para escribir, en 1951: “Arbolito de Navidad que siempre florece los 24…” y que cantó con un tono insuperable el gran Tito Ávila.
Muchas navidades han transcurrido desde entonces. Ya los árboles, influenciados por la cultura norteamericana y europea, son frondosos pinos, de más de dos metros, adornados con bolas, flores, guirnaldas, bastones, cintas, luces, peluches, animales, ángeles, una estrella, moños, etc. Otra es la recomendación del padre Jeysson Henao Herrera, párroco de Los Santos Apóstoles, para quien al árbol de Navidad que suelen armar en diciembre los católicos solo debiera agregársele: estrella, bolas, flores, luces y regalos.
“El árbol no tiene un origen netamente cristiano, algunos pueblos paganos ya utilizaban árboles decorados. Cuando uno va a las sagradas escrituras, diferentes pasajes bíblicos nos hablan del árbol, el más conocido es en el que Jesús dice que él es la viña y nosotros los sarmientos; él es el árbol y nosotros las ramas, si permanecemos unidos a Jesucristo, que es el árbol de vida, nosotros podremos dar frutos. También el libro del Génesis nos habla del árbol del bien y del mal”, explica el religioso.
Así pues, según lo aclara el sacerdote del barrio Yulima y sus alrededores, él árbol católico de Navidad está rematado en una estrella que recuerda a esa estrella que guio a los sabios de Oriente al encuentro con el Niño Dios, esa estrella representa la fe, la luz que lleva a los cristianos al encuentro con el Señor. Las bolas hacen alusión a los frutos que aparecerán si la vida propia está unida a Jesús; las flores representan el ciclo de la vida; las luces iluminan a quien camina de la mano de Jesús; y, los regalos, en la parte baja del árbol de Navidad, son ese presente que viene a recordarles a los cristianos que Dios puso en un pesebre a su hijo, como el regalo más grande que la humanidad podía recibir.
“Cuando se habla del árbol de vida hay que pensar en la cruz, que es aquel árbol por el cual obtenemos la salvación. Si por un árbol, según el Antiguo Testamento, entró el pecado y la muerte, ahora por el árbol de la cruz va entrar la salvación”, concluye el padre Jeysson.
¿Lo sabía?
El árbol de Navidad, como se conoce en Colombia, tuvo su origen en Alemania, durante el siglo XVI; luego se popularizó en Inglaterra gracias a la promoción que hizo la monarquía y de allí se volvió tradición mundial.