
Con alegrÃa, amor, sin discriminación y con respeto se debe educar a la niñez, para que estas nuevas generaciones sean capaces de cambiar la sociedad.
“La inversión en educación en la primera infancia produce la más alta tasa de retorno a la sociedad que cualquier otra inversión social”: James Heckman, Premio Nobel de Economía de 2000.
Tanto la ONU como sus instituciones tienen en el almanaque días y semanas dedicadas a temas especiales, generando espacios para reflexionar sobre problemas que afectan el bienestar de la población. Por ejemplo, la Unicef consagró el 20 de noviembre como el día universal del Niño.
También su asamblea general recomendó en 1954 destinar un día a fomentar la fraternidad entre niños y promover su bienestar con actividades sociales y culturales. Además, Naciones Unidas resalta esta fecha en honor a la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y a la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.
Hay tanta protección escrita para la niñez que, si hipotéticamente hubiese extraterrestres, seguramente nos felicitarían. Pero una cosa son las declaraciones y otra la realidad. Todos los días los medios informan de la infamia a que son sometidos millones de niños.
Prefiero centrarme en la importancia de la educación. La niñez es víctima de pésimos programas que se imparten, que impiden que la escuela sea un espacio de formación y de cambio social. Pero antes es un deber señalar el doloroso caso de los habitantes de Yemen, en particular sus niños, involucrados en un conflicto armado, sin saber a qué interés obedece. Según estimaciones de la ONG Save the Children, cerca de 85 mil niños menores de 5 años han podido morir por la desnutrición durante tres años de guerra.
La niñez debe crecer cooperando y solidaria
La formación de la niñez es importante porque puede ser el foco que ilumine el camino del cambio social, que, así como impulse el avance en ciencia y tecnología, igualmente crezca inmersa en la cooperación y la solidaridad, rechazando competencias absurdas, protegiendo el planeta, usando la tecnología para beneficio social, pero no para controlar.
Sobre el papel que debe desempeñar la educación se han escrito muchos libros, y varios pensadores han aportado elementos. Hasta el Premio Nobel de Economía de 2000, James Heckman, expresó que la inversión en educación en la primera infancia produce más alta tasa de retorno a la sociedad. Resaltó la importancia de la vida familiar y el nivel socioeconómico como factores determinantes de más del 50% en los resultados de aprendizaje en los niños.
Pero muchos no entienden o no les importa hacer de la educación el motor de cambio y hacen poco por romper el esquema de las desigualdades. En algunos países, convierten a la parte más pobre de la población en pordioseros de subsidios, que con el tiempo contribuyen al ‘suicidio’ económico.
Este artículo cuenta con el apoyo del texto “Cambiar la educación para cambiar el mundo”, cuyo autor es el chileno Claudio Naranjo, profesor de la universidad de Berkeley.
La educación idiotiza a las nuevas generaciones
El libro inicia con varias frases: “Los hombres nacen ignorantes, no estúpidos, son idiotizados por la educación”, cuyo autor es Bertrand Russell, Nobel de Literatura 1950. Asimismo, María Montessori, bióloga, médica, antropóloga, filósofa, psicóloga y pedagoga italiana, señala: “La humanidad abandonada durante su periodo de formación temprana se vuelve la mayor amenaza para su propia supervivencia”.
Otra frase refleja lo que nos ha pasado: “El mundo está lleno de males: guerra, enfermedades, hambre, degradación racial y formas de esclavitud que el hombre ha inventado para con sus semejantes. Pero ninguno es más profundo que la destrucción sistemática y aparentemente inocente del espíritu humano que constituye la función secreta de cada escuela. Y no pienses que tus hijos escaparán”, pensamiento expresado por George Leonard, educador de EE.UU. en su texto “Educación y éxtasis”.
El prefacio de Juan Casassus, especialista de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco, expresa: “Es notorio que hoy el desarrollo de la educación está determinada por las necesidades del Estado, como son la creación de nación y el desarrollo de la ciudadanía; o por las necesidades del mercado, que requiere el desarrollo de competencias demandadas por el sector productivo; o, en menor medida, por las necesidades de los especialistas en disciplinas como las ciencias, las matemáticas, o el lenguaje, que son las fuentes generadoras de contenidos curriculares”.
Agrega: “Pero ninguna de estas fuentes tradicionales tiene como fuente las necesidades interpersonales de las personas. Por ello la propuesta de Naranjo es oportuna”. Casssus hace una excelente síntesis del mensaje de Naranjo cuando afirma: “Él propone una educación triplemente integradora. Por una parte, propugna una visión holística, orientada a la educación de la persona entera. Por otra parte, aboga por una educación integradora en cuanto al equilibrio entre las distintas culturas del planeta y, en fin, también plantea la necesidad de una educación que se relacione con el conocimiento de manera activa, buscando el equilibrio entre lo teórico y lo práctico”.
Es necesario el desarrollo emocional y mental
Resalta el prologuista que la propuesta del autor es cercana a lo que él también formula, sobre la necesidad de desarrollar una educación integral de la persona: “Una educación de la vida emocional tanto como de la vida mental. Si ocurre que por medio de la educación podemos convertirnos en seres humanos completos, podemos esperar la emergencia de un mundo mejor. La educación, en vez de tender a lograr el control social, debería emprender el rumbo de la consciencia y de la liberación”.
Coherente con los pensadores aludidos, Naranjo expresa: “Sabemos que la educación está en crisis, y no es difícil comprender que esta es una crisis de obsolescencia erróneamente interpretada por las autoridades desde una postura arrogante que culpabiliza a los jóvenes y niños en vez de asumir su propia incompetencia. Sin que nadie se dé cuenta de ello, el sistema les roba sus hijos a los padres, alejándolos de sus familias bajo la apariencia de ofrecerles el regalo de la educación”.
Agrega: “Y a los jóvenes les roba la posibilidad de una vida más rica, feliz, más educacional, por lo menos en el más alto sentido de hacerlos sabios y capaces de amar”. Además, nos enseña que la transformación de la educación es nuestro puente hacia un futuro mejor.
Como la crisis de la educación está en concomitancia con la crisis de la humanidad, manifiesta: “El mundo parece transformarse en un mercado de trabajo y productos en el que las necesidades humanas y valores culturales que hemos considerado universales van siendo progresivamente aplastados”.
Citando a Russell, manifiesta: “Casi toda educación tiene un móvil político: se propone fortalecer algunos grupos nacionales, religiosos o sociales, en la competencia con otros. Es este móvil el que principalmente determina qué materias se enseñan, qué conocimiento se ofrece y qué conocimiento se oculta, y que determina además qué hábitos mentales se espera que los pupilos los cultiven. Prácticamente nada se hace en función del desarrollo interior de la mente y del espíritu; en efecto, quienes ha recibido más educación han sufrido a menudo una atrofia mental y espiritual”.
Es urgente una nueva educación
Igualmente expresa Claudio Naranjo: “Lejos de constituir un lujo, una nueva educación —una educación de la persona entera para un mundo total— es una necesidad urgente, y es también nuestra mayor esperanza: todos nuestros problemas se simplifican solo con poder alcanzar una verdadera salud mental, ya que esta conlleva una auténtica capacidad de amar”.
Resalta que los peligros y las oportunidades siempre están presentes, lo que constituye una ventaja. Así que, a la crisis de la educación, que no es la crisis de los estudiantes como dice Naranjo, pone de manifiesto un mal muy antiguo, pero poco visible, y presenta su lado positivo: el hecho que se haga presente.
Como esta crisis no es algo aislado, sino un aspecto del funcionamiento de toda la sociedad en que prácticamente todas las instituciones están en crisis, entonces hay que luchar para que las nuevas generaciones no se formen con esa educación obsoleta, porque eso sería garantizar la perpetuación del statu quo, que es lo que le interesa al gran capital.
El ‘ejército’ de docentes, superando las deficiencias recibidas en su formación, deben marchar buscando su autoaprendizaje y ponerse firmes ante una niñez y juventud ansiosas de aprender, porque la violencia contra ellos no es solo con hambre, desnutrición y maltrato, sino que la pésima educación también los golpea.
Diego Arias Serna (darias@fis.ucm.es / darias@uniquindio.edu.co)
Profesor-investigador universidad del Quindío
Especial para LA CRÓNICA