Autor : Carlos Wílmar López Rodríguez

El evento fue organizado por la alcaldía y por el Instituto Buenavista.
A pesar de la amenaza de lluvia, chicos y grandes disfrutaron por el reencuentro con las tradiciones.
En agosto llegan los vientos cargados de recuerdos, momentos del ayer en los que las familias aprovechaban las ráfagas, habituales en este octavo mes, para elevar los sueños materializados en una cometa de plástico y madera.
Por eso, para no dejar perder las tradiciones, en algunos municipios del Quindío se organizan festivales que permiten integrar a familias y amigos, en tardes llenas de alegría. Así ocurrió ayer en Buenavista donde cerca de un centenar de personas, entre niños y adultos, se acercaron hasta el sector del mirador -donde se encuentra el teleférico inútil- para dejar volar sus cometas.
En medio de esa vista exuberante -una colcha de retazos de verdes multitonales de fondo-, los asistentes, sin dejarse amedrentar por la amenaza de lluvia, invocaron con su entusiasmo la ayuda de Eolo, señor griegos de los vientos, quien respondió con su aliento divino.
Orlando Camacho, representante del Instituto Buenavista, explicó que con el apoyo de la alcaldía se dieron a la tarea de recuperar el festival como una excusa para compartir y separar, aunque solo fuera por unas horas, a los jóvenes de los teléfonos celulares.
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“Con esta actividad queremos mostrarles cómo era que nosotros -los mayores- nos divertíamos cuando éramos niños”, dijo el organizador, quien se mostró encantado por ver a los niños correr para ayudar a despegar sus rombos voladores.
En el festival, la alcaldía y el colegio premiaron la cometa que voló más alto, la que se mantuvo más tiempo en el aire y aquella que sobresalió por su gran tamaño y que, en antaño y ahora, se le llama barrilete.
“Es importante recobrar este tipo de tradiciones para que los muchachos salgan del encierro tecnológico, para que hagan actividad física, socialicen con los demás niños. Además, luego del encierro provocado por la pandemia, ya es hora de reencontrarse con los amiguitos”, aseguró Camacho.
Desde las 3 de la tarde, en medio de un ambiente de fiesta, las familias del municipio más pequeño del Quindío construyeron un nuevo recuerdo que, en el futuro, ayudará a revivir la tradición.
“Nosotros estamos aquí para compartir con nuestros hijos, para jugar y para que ellos aprendan a ser niños. Este tipo de actividades son detalles que los niños nunca olvidan y cada vez que lleguen los vientos de agosto se van a acordar de lo bueno que era salir a elevar cometa”, dijo Ferneider Giraldo mientras trataba de enseñarle a su hijo -de menos de 5 años- a volar su juguete.