Que su discurso profundo y de gran calado social e intenso sentido humano llegue a la conciencia de quienes en el Quindío deben preocuparse por lo que pasa, pero que aún no han “cuajado” ese discurso, y ese mensaje que llegue al corazón y a la razón de la gente.

Con ocasión de los actos conmemorativos del vil asesinato de Luis Carlos Galán Sarmiento con 30 años de historia cargados de dilación e impunidad, Colombia recuerda a uno de su más excelsos líderes del siglo pasado y a un referente moral, de esos que hoy sí que le hace falta al país, y qué decir de la región.
Sobre Galán y su ímpetu político y su talante moral se a dicho mucho y de alguna manera se han dado intentos de institucionalización y academización de su pensamiento y herencia ética. Los registros latentes de la narrativa política colombiana quedaron sellados por la fuerza de un Luis Carlos Galán, quizás superior al efecto de un Galanismo que no pudo sostenerse en el tiempo ni trascender como él mismo hubiese querido.
Pareciera que con la muerte del líder, asesinaron también la polenta ideológica de un ‘nuevo liberalismo’ que se abría paso en el país pero que no tuvo los cuadros suficientes ni las voces morales adecuadas para defender masivamente ese legado. Pareciera que el hito y la inflexión histórica quedó enmarcada en el caudillo Galán más que en un movimiento que fuera capaz de sostener su pensamiento con cuadros sólidos y con la solvencia que obligaba defender tremendo legado pletórico en valentía moral y arresto ético.
Hoy, la defensa genuina de la moralidad pública y la ética para gobernar decentemente, sí que hacen falta. No se percibe un liderazgo fuerte, determinado y convencido para enfrentar la mega estructura del narcotráfico y menos la fuerza doméstica arrasadora del microtráfico. Ese discurso sincero de la defensa de la vida, de la igualdad, de los derechos humanos y la dignidad ciudadana, se ha perdido y no ha encontrado garganta ni alma como para asumir y defender esos postulados.
Un repaso al legado de Gaitán le caería muy bien a candidatos y candidatas, a todas las dignidades del servicio y la representación pública. Recordar, escuchar y asimilar sus discursos sería quizás una de las mejores asesorías que alguien con ganas de hacer las cosas bien, debería recibir. Es que las aspiraciones en muchísimos casos han perdido el sentido y el valor de otros tiempos. Pareciera que esas aspiraciones de ahora obedecieran más a otro tipo de necesidades más de cálculo personal, familiar o de negocios, que a la defensa de una proclama, unas ideas y unas propuestas que se parezcan a los intereses superiores de la comunidad.
Las campañas tendrán más valor y se perfilarán mejor, cuando en las voces de sus candidatos y candidatas aparezcan las grandes ideas que necesita un territorio como este para salir adelante; para empezar a derrotar los establecimientos corruptos, las mafias politiqueras y sobre todo, la indiferencia y la resignación ciudadanas.
Que suene la voz de Galán y que su discurso profundo y de gran calado social e intenso sentido humano llegue a la conciencia de quienes en el Quindío deben preocuparse por lo que pasa, pero que aún no han “cuajado” ese discurso, y ese mensaje que llegue al corazón y a la razón de la gente de modo que pase de la indiferencia, la desconfianza y la desesperanza, al terreno de la motivación, el ánimo democrático y el fervor que conduzca a las urnas sin abandonar la razón a votar por los y las mejores.