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En la Genealogía de la moral —1980— Nietzsche rastrea dos principios fundamentales de lo que se denomina como la moral humana: uno, no hay una moral per se, sino varias perspectivas; dos, quienes dominan a una sociedad la imponen conveniente a sus intereses.
En el libro, Nietzsche: el desafío del pensamiento —2016—, coordinado por Paulina Rivero Weber, esta se pregunta si el pensamiento del filósofo puede aportar algo a nuestra época y presenta a varios autores que aceptan el desafío. En uno de los ensayos, Mónica B Cragnolini encuentra que en Humano, demasiado humano II, El caminante y su sombra, Nietzsche plantea que las fuentes de una moral en los humanos emergen a través del trato con los animales y las plantas.
De esta manera el filósofo propone, que el hombre es un puente tendido entre el mono y el superhombre, y que este viniendo del animal sigue siendo uno de los primates evolucionados. El problema está en que no lo reconoce y prefirió suponerse un ángel expulsado del paraíso y no percibe al otro como diferente ni se identifica como otro frente a la fauna y la flora. Un ángel caído que se ha abrogado el privilegio de manipular a las demás formas de vida considerándolas seres inferiores y despreciables.
A pesar del placer que le producen a los sentidos, sin ningún sentimiento de culpa corta plantas o mata animales para su beneficio o capricho; cuando le son útiles las humaniza adiestrándolas para que se comporten como humanos, y cuando le son adversos las sataniza convirtiéndolas en seres asesinos que deben ser exterminados.
Nietzsche concluye: lo que caracteriza al humano moralmente es su tendencia a tasar, medir, calcular. Es un astuto que tantea al otro para sus propósitos o lo excluye cuando afecta sus intereses. Entonces, la hipótesis del filósofo es que la búsqueda del superhombre es la superación de esa moral primaria que lo ha subyugado a vivir en un mundo artificial sin permitirle comprender su condición animal y humana.
Con esta práctica milenaria estará llevando a un desequilibrio ecológico que tiene al planeta a portas de eliminar sus posibilidades de vida. Si el humano no reconoce a la fauna y flora como un otro y a él mismo como otro animal estará convirtiendo el paraíso en un ígneo infierno invernal.