Salones cómodos; dotación tecnológica, deportiva, cultural y musical; escenarios deportivos en buen estado; aseo y seguridad; transporte y alimentación escolar; en nada de lo anterior se puede fallar.

Les corresponderá a los actuales alcalde de Armenia y gobernador del Quindío poner en funcionamiento nuevamente los planteles educativos que fueron, hace más de seis años, destruidos con la “promesa” de levantar en esos predios modernos colegios públicos. Han sido largos, muy largos, los años de incomodidades que han padecido miles de estudiantes, docentes y administrativos en Circasia, Filandia, Salento y Armenia. La irresponsabilidad de contratistas incompetentes y corruptos, interventores pusilánimes, y la pasividad del gobierno nacional le arrebató durante más de un lustro el acceso a la educación, en condiciones dignas, a menores de edad y los relegaron a estudiar arrimados y amontonados en espacios no aptos para aprender.
Esta película de terror comenzó en 2015 cuando el gobierno del presidente Juan Manuel Santos firmó el convenio marco para la reconstrucción y construcción de sedes educativas en diferentes partes del país. Las obras apenas comenzaron dos años después y muy rápido fueron abandonadas. Craso error el del ejecutivo nacional al asignarle al mismo contratista (consorcio Mota - Engil), 248 acuerdos de obra distribuidos en 3 contratos marco de obra para la realización de proyectos de infraestructura educativa (diseño y ejecución de obra) en 18 de los 32 departamentos del país. Los incumplimientos del contratista provocaron que en el gobierno de Iván Duque se dieran por terminados los contratos y se reasignaran a nuevos consorcios. Mota Engil, firma portuguesa, salpicada por el escándalo de Odebrecht en Perú, sigue contratando con el Estado, no pasó nada.
Aunque tiene que verse como una formidable noticia que haya sido entregado para su uso el emblemático colegio Rufino Sur de Armenia, no se puede olvidar que para lograrlo se tuvieron que dar muchas batallas, hacer plantones, viajar a Bogotá, prender velas y tener mucha paciencia para soportar las incomodidades de una población educativa afectada por empresas contratadas por el Estado para mejorar la vida de las personas, pero que se empeñan en hacer todo lo contrario. Listo el Rufino, falta poco para llegar a la meta de las diez instituciones educativas prometidas como nuevas para Armenia, hay razones para creer que será posible.
Lo propio debe pasar con las promesas hechas en materia de sedes educativas para los municipios de Circasia, Salento y Filandia y que completaron, junto con las de Armenia, el paquete de trece colegios públicos reconstruidos en el Quindío. Amén de las moles de cemento, también se debe garantizar la dotación de las mismas y eso incluye, además de mobiliario y tecnología, insumos deportivos y, muy importante, menaje para que los restaurantes escolares funcionen sin reparo. La labor de los mandatarios no termina con la cortada de cintas durante las ceremonias de inauguración de edificios educativos, a ellos les obliga una gestión permanente para que ese derecho fundamental de los niños, preadolescentes y adolescentes no se trunque.
Ojalá este año para el municipio de Armenia, tal como lo fue el anterior, transcurra sin contratiempos en materia de alimentación escolar. Lo mismo debe ocurrir en los colegios públicos de los demás municipios. Los procesos contractuales, muchas veces, truncan las buenas intenciones de los mandatarios y cuando se da con contratistas mediocres es nefasto. Por eso, debe haber plan A, plan, B y plan C y, fundamentalmente, toda la disposición y entrega de los funcionarios encargados para que la contratación fluya y a tiempo se tenga listo el aseo y seguridad de los planteles educativos, el transporte escolar, la alimentación de los niños y la dotación para que estudiar sea un placer y no un viacrucis.