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Por fuerza tenía que ocurrir. Un siglo y algo más de protagonismo global, primero al irrumpir como fuente ideológica de revoluciones en países de enorme importancia: Rusia y China, procedentes ambos, no de la “inevitable” crisis del capitalismo, como habían supuesto Marx y sus teóricos, sino de raíces sociales y económicas premodernas. Luego, en gran parte explicable por el proselitismo desplegado por los dos gigantes, la diseminación de sus guías ideológicas, el derrame del marxismo utópico y demás adheridos filosóficos, su siempre fallida aplicación práctica a lo largo y ancho del mundo, constituyen hechos de innegable trascendencia histórica.
Pese al fracaso evidente del modelo comunista-socialista en los dos colosos, primero con la disolución de la URSS, el derribo del muro de Berlín, en el caso del ex imperio Zarista, y del estrecho abrazo de los chinos con el antes odiado capitalismo occidental, el influjo del colectivismo, del estatismo a ultranza, ahora vestido con el camuflado progresista, continúa de fracaso en debacle, trastornando países, bloques regionales, entre estos, Latinoamérica, diseminando violencia, ruina, miseria, pérdida de libertades, éxodos oprobiosos, sin que hasta ahora se hayan podido plantar talanqueras opositoras en proporción al tamaño de la amenaza. No obstante, atenidos al movimiento pendular aplicado por Hegel a la dinámica social-histórica, al ineludible vaivén de las tendencias ideológicas y políticas, reitero, por fuerza tenía que ocurrir… Y ocurrió. Con irrefrenable vigor, está sucediendo; en lugar y circunstancias insólitas, en cabeza y liderazgo de un personaje exótico, excéntrico, controversial -si no comulga con sus ideas, lo verá incluso caricaturesco-, aunque al tiempo revestido de autoridad intelectual, académica, profesional, en el campo de ciencias económicas, que lo excluye de la sosa farándula.
“Con su melena alborotada y su guitarra modernizada, a esta fiesta llegó a cantar…” cifraba un rocksito años 60. Y, sí, excantante de rock, exarquero de fútbol, conviviente y dialogante con cinco perros, economista, autor de varios libros, conferencista internacional, con su pelambre de león desenjaulado, ojos claros, indumentaria chic, y detestable propensión al airado, vociferante, monólogo, este ornitorrinco político llegó a cantar, a alborotar el avispero, en uno de los feudos progres, bastión del populismo de izquierda, instaurado hace tiempo por el matrimonio Kirchner, dueño igualmente del senil-peronismo, mientras esquilman a su favor el erario Argentino. Al borde de la hiperinflación, con el fantasma del default siempre rondando, el gobierno actual, incapaz de conciliar ingresos fiscales con el colosal y creciente gasto público, sirvió de plataforma emotiva para el lanzamiento del fenómeno Milei, reseñado en este espacio de opinión hace dos años, cuando en elecciones intermedias, La libertad avanza, emergió como tercera fuerza electoral en discordia. La mala noticia para el peron-kirchnerismo, para la izquierda continental, y la buena para la derecha remozada, reconstituida en sus principios, es la consolidación de Javier Milei como opción de poder real. A muerte política contra la casta tradicional, dispuesto a dolarizar la economía, a reducir a mínimos el tamaño del Estado, a prescindir del banco central, Argentina y el mundo esperan, por ahora, el dictamen inapelable de las urnas.