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El dolor que ha causado el fallecimiento del ilustrado dirigente liberal de izquierda Orlando Camacho Castellanos en amplios sectores de la sociedad quindiana, especialmente en su querida familia y en los sectores populares, se explica y está directamente vinculado con sus calidades humanas, las que lo enaltecieron en el trato cotidiano, en el ejercicio de su profesión de abogado y en su pasión por la política progresista en el departamento del Quindío.
Era común escuchar en los diversos círculos que reflexionaban en torno a los sucesos y personajes de la ‘quindianidad’ de entonces, la exaltación de Orlando y su diligente y carismática personalidad, tanto como de sus valores humanos surgidos de su origen social como de sus reflexiones doctrinarias, en los que apoyaba su solidaridad con los sectores populares de la ‘Ciudad Milagro’. En este hombre de aspecto sencillo, elegantemente trajeado, eran visibles sus conocimientos jurídicos y las destrezas del orador brillante y recursivo, siempre dirigidos a la salvaguarda e impulso de las expectativas de los más débiles de la sociedad y a su lucha contra la corrupción.
En sus estudios universitarios, en sus incursiones en la política activa y en las misiones culturales —fue uno de los promotores del Movimiento Revolucionario Cultural del Quindío—, había adquirido una sensibilidad orientada a un diálogo amplio e incluyente con la opinión pública democrática y a la búsqueda de respeto para los derechos humanos de la comunidad —hacía parte, también, del Comité Permanente de los Derechos Humanos y Sociales de Colombia, seccional Quindío— Esa vocación se acrecentó con el paso de los años y por eso fue siempre querido y, en ocasiones, temido por la fuerza argumental con que expresaba sus ideales políticos.
Por su formación y sus esfuerzos por afianzar constantemente su temperamento democrático, hizo parte muy destacada de los equipos de campaña y de asesoría jurídica del senador Horacio Ramírez Castrillón, ese aguerrido combatiente y jefe de la izquierda Liberal, que en el cenit de su madurez intelectual intentó darle contenido ético al ejercicio de la política —en lo cual fue un ejemplo de dignidad que reconocieron hasta sus más aguerridos adversarios—. Ramírez Castrillón le abrió paso —en la búsqueda colectiva de sentido al quehacer público de la región— a ese grupo numeroso de jóvenes hasta entonces marginados y que luego llegarían a altas posiciones en las ramas administrativa, legislativa y judicial del país por propios méritos.
Con Orlando Camacho todos esos integrantes de la juventud descollaron entre todos los jóvenes de su generación por sus capacidades en las lides de la docencia superior, el terreno vidrioso de la actividad política y en el no menos complejo de la investigación social en el plano científico y en la reflexión filosófica.