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El pasado carga y corrompe. El pasado absorbe y neutraliza si no hay una actitud revulsiva capaz de modificarlo. No es cuestión de saber qué pasó, cuáles los hechos y los héroes, sino de revisar huellas del pasado de una sociedad atrapada, inmovilizada e incapaz de una verdadera transformación. De los grandes problemas de la historia reciente es el de la propiedad y uso de la tierra.
La historia contemporánea muestra cómo los conflictos sociales y la violencia han estado ligados al problema de la tierra. Por la propiedad, la posesión, la tenencia, y, últimamente por el uso y usufructo que se obtiene de ella. Lo más significativo es que alrededor de la colonización, apropiación y reparto de lo que ha sido este recurso, se explica la naturaleza y función del Estado, de un poder central incapaz de ejercer presencia y legitimidad a lo largo y ancho del territorio. Las políticas públicas relacionadas con lo rural han estado sometidas a poderosas fuerzas locales y regionales, legales e ilegales, sin las cuales es imposible cualquier intervención u ordenamiento en lo que corresponde con la tierra. Un “dominio indirecto”, diríase, del que habría que liberarse.
El campo y la cuestión agraria hay que entenderlos desde una perspectiva de política pública, con un diagnóstico completo y pormenorizado de los factores que han incidido en el asunto y de cómo desde allí se explica en buena parte lo que ha sido y es la violencia pública en el país.
A grosso modo se destacan algunos. Por ejemplo, uno de ellos está relacionado con la propiedad: ¿De quién es la tierra? que no solo está referida a propiedad legal, sino a las invasiones, colonización, expropiaciones de facto, desplazamientos y conflictos, que han conducido la frontera agrícola a lugares inhóspitos e infértiles, o de límite vertical, como áreas protegidas (parques naturales) y baldíos reservados (humedales, páramos). Se perjudican así los recursos hídricos y naturales, a la vez que se estimulan los enfrentamientos de campesinos y grandes propietarios pues no hay tierra suficiente para cubrir las perentorias y obligadas demandas por el goce de la propiedad.
La ganadería extensiva es otro de los factores. Las mejores tierras se dedican a esa actividad, sin desconocer que muchas de ellas son extensiones de engorde o fruto de apropiación ilegal o violenta. La pregunta, que contiene un trasfondo histórico, es ¿cómo fue posible que la mitad del área agraria del país haya quedado en manos del 4% de dueños que poseen más de 500 hectáreas y cuánto de ellas es tierra baldía despojada a la nación? Es decir, ¿cómo es posible que unos pocos capitalicen rentas de la tierra en un país con tanta desigualdad social?