Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.
En poetas y poesía de cualquier tiempo y cultura, escudriño y encuentro fondos y contenidos, la naturaleza de sus vivencias, de acuerdo con mi percepción de la belleza y mis individuales estados de conciencia. A mi continua y sistemática peregrinación intelectual, emocional, sicológica y metafísica como lector de poesía, no le construyo lindes de ningún tipo. A los poemas de Bhartrihari les encuentro elementos estéticos y espirituales efectivos para el despertar interior. Este rey, gramático notable y místico poeta que vivió entre finales del siglo IV y principio del siglo V en India, unifica en sus textos sabiduría, reflexión mística y belleza literaria. Uno de sus traductores y difusores fue el sanscritista John Brough: “Ni su rostro es la luna, ni sus ojos/son dos lotos gemelos/ni sus brazos son de oro puro:/solo es carne y huesos. / ¡Cuántas mentiras cuentan los poetas! /Pero, ¿quién no las cree luego de amarla?”. Bhartrihari resurge interesante para un provinciano poeta del siglo XXI, sosegado caminante de veredas, porque su figura histórica entre opacidades, se nutre de leyendas e incertidumbres, devocionales fantasías hagiográficas y retazos de pesquisas orales y escritas cuya veracidad será siempre relativa para establecer sólidos elementos biográficos del poeta. Para el solitario lector de poesía mística que rastrea las razones de la belleza; o las encrucijadas del lenguaje y la metáfora señalando lo divino bajo cualquier aspecto y haciéndolo realizable aquí y ahora, Bhartrihari, con sus ancestrales textos, está vivo aquí. Cada amanecer quindiano en los poemas que escribió o se le atribuyen. Su poesía breve, aforística o epigramática, se enriquece con las leyendas cincelando su figura histórica. Centuria de amor, se titula uno de sus libros. Del poema que atrás mencioné, otra traducción dice: “En verdad la luna no se ha transformado en rostro/ni dos nenúfares azules han alcanzado/ la condición de ojos, / ni está hecho de oro su esbelto cuerpo. / Extraviado en su espíritu a causa/ de los poetas, se afana desdichado/ el hombre buscando el cuerpo de las de ojos de gacela/ aun sabiendo la verdad, que es piel, carne y huesos”.
Bhartrihari, con modulación erótica, escéptica y hedonística expresando mezclados estratos de aquello que poetiza, y con sus descripciones del placer y las mujeres, evoca las rubaiyatas de Khayyam. De igual manera, sus poemas tan vigentes se aproximan al Cantar de los cantares y a esa fascinante sulamita de 16 años, Abisag, diosa del fuego, cuya personificación es universal arquetipo de la energía femenina. Cien versos sobre la renunciación, siguen siendo perceptible señal, ejercicio metodológico y atractiva técnica para el despertar, entre quienes conocen y practican estos niveles de lectura que, cifrando otros significados para una palabra, un verso o un poema, facilitan encuentros poco frecuentes con la poesía.