Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.
Colombia no vive momentos difíciles, estos son momentos crueles, con odio y un rencor que hace difícil hallar caminos en los la ciudadanía debata cómo debe actuar el gobierno, si por la fuerza o a través del diálogo. En medio de las dos opciones se cree existen provocadores que buscan dañar el ambiente, señalando al otro como culpable y confundiendo aún más a la sociedad.
Los olvidos y mentiras acumuladas durante años por parte del gobierno y el Congreso, se ven y se reflejan en los bloqueos, por esa falta de formación y planeación de ellos mismos, ampliando el malestar por el uso continuo de esa política neoliberal, pactando reformas con beneficio propio o de terceros; olvidaron cumplir su obligación de congresistas de efectuar rastreo, control y observar logros o advertir daños al país. Esa negligencia, las mentiras y el olvido las han trasladado también a la industria, al sector agropecuario, al comercio y a los ciudadanos, generando pérdidas económicas y lo más lamentable: violencia urbana y vandalismo. Ante este desorden, la confianza a ellos se dañó, dejaron a un lado la responsabilidad de congresistas, optaron por ampliar sus favores políticos, se quedaron mudos, no le cumplieron al país.
El reclamo de reducir o restaurar el Congreso y sus costos, la parálisis laboral y la pérdida de tiempo, impiden avanzar. Se siente un rechazo en todo el país por la decisiones erradas que han afectado a los sectores productivos y sociales, a los menos favorecidos tributariamente; no han podido justificar ese derroche de gastos, buscan tapar con más créditos, eso es lo que hoy ha llevado el país a la crisis fiscal. Y ahora para evadir su responsabilidad culpan y señalan a otros cuando la culpa es de todos, tratan de esquivar la responsabilidad para no ser los ilustres culpables y mayores promotores del daño fiscal e incendio al país.
Reducir el Congreso es un gran paso que, de lograr ese triunfo, hay que mirar más allá, pues no es solo reducirlo, hay que bajar salarios y se arregla todo. Se requiere orden con lo que se va a cambiar, pues sin esa condición, nada se logra. Con los errores a partir del 91, si no se tiene en cuenta que al elegir líderes no formados, los regalos como los peajes, y en salud, pensiones, banca y otros, otorgados por el neoliberalismo podrán crecer. Es básico e indispensable planear muy bien lo que sigue, incluyendo los requisitos de los candidatos a elegir, pues con vacíos en su formación, los riesgos futuros continuarán. Otros aspiran llegar afines con partidos y diestros en los vicios que existen, lucharán para no estar sin poder, y, de llegar, será difícil que haya cambios y sí la opción de seguir cediendo servicios, patrimonios públicos y que crezca la corrupción.
Para reorganizar el Congreso y poder mirar más allá, debe haber líderes idóneos, proactivos, con conocimiento del país, y no ciudadanos en busca solo del poder y la riqueza. De repetirse la historia y los errores, se estaría ampliando el número de vividores y no de servidores en defensa del país. Ajustar solo el Congreso, rodeados de violencia, injusticias y diferencias, es no hacer nada o quizás, es dejarlo peor. Entonces, ¿qué es lo que se va a cambiar?