Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.
En el mes de enero de cada año conmemoramos dos grandes hechos fatales: primero, la creación del departamento en 1966, y segundo el fatal sismo del 25 de enero de 1999. El 19 de enero de 1966, el Congreso de la República aprobó la Ley 2ª que creaba el departamento del Quindío el 1 de julio de ese año, el departamento del Quindío inició su vida administrativa con Ancizar López como gobernador. Así empezó la hecatombe de nuestro querido departamento del Quindío; y digo hecatombe porque no hemos sido sino víctimas políticas de tal decisión que en su momento nos pareció apoteósica. Veamos: El antiguo Caldas (1905-1966), creado mediante la ley 17 del 11 de abril de 1905, segregado de los departamentos de Antioquia y Cauca, estaba compuesto por los hoy departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío, y conformado por 42 municipios entre los cuales se encontraban Manizales, Pereira y Armenia, con una población de 1.455.872 habitantes, surcado por los ríos Cauca y Magdalena, y cuyo mapa construíamos de memoria en la escuela primaria los contemporáneos.
Caldas en su época contaba con senadores y representantes a la Cámara que unidos lograban inmensos recursos para el antiguo departamento. No obstante, se vino la idea de la división del departamento, unos promoviendo el departamento del Quindío y otros el departamento del Risaralda, como así sucedió. Desde este momento, el departamento del Quindío, a pesar de su eslogan de joven, rico y poderoso, dado gracias a la bonanza cafetera de 1976 y “se disfrutaban en las fincas suculentas viandas: Caldo de costilla de res, cuando no era calentado, con una arepa con más de una cuarta de grande, una tostada y una poncherada de chocolate caliente al desayuno; sancocho con carne de falda o morrillo, con papa, yuca y mucho plátano, y de sobremesa limonada fría al almuerzo. Finalizando la tarde llegaba la comida: frijoles con mucho plátano y de vez en cuando con cidras, con manteca de marrano, un chicharrón carnudo, arroz, tajadas de plátano maduro fritas y una taza de café, todas las bebidas endulzadas con agua de panela y las comidas hecha con leña”1 , a pesar de lo anterior, se convirtió en la cenicienta política del Eje Cafetero, por una sencilla razón, mientras Caldas y Risaralda conservan una importante representación en el Congreso de la República, con tres y dos senadores respectivamente, el Quindío, en los últimos años, no ha podido conservar tan siquiera un senador, aunque si sus correspondientes representantes a la Cámara, lo cual no es suficiente para lograr una gran fuerza de poder e influencia a nivel nacional. Los cargos administrativos más importantes concernientes al Eje Cafetero y a nivel nacional, no dejan de salir. en su mayoría, del resorte de Caldas y Risaralda. Ello no sucede por falta de tener con qué o con quien, es solo por el egoísmo de nuestra propia dirigencia política, que en lugar de consensuar sobre uno o dos candidatos al senado y promover su elección, se han dedicado a generar abultada votación para candidatos foráneos, que poco o nada le aportan el departamento del Quindío. Corolario 1: Como están las cosas, si perteneciéramos al Viejo Caldas, es posible, estuviéramos en mejor situación político-económica. Corolario 2: Mientras el departamento del Quindío no cuente con senador de la República, seguirá siendo la cenicienta del Eje Cafetero. El Quindío debe promover para las próximas elecciones congresionales la apuesta a elegir uno o dos senadores oriundos de la región.
1 https:// noticia/24639/quindio-la-nostalgia-del-departamento-rico-joven-y-poderoso-de-colombia