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Historia / NOVIEMBRE 26 DE 2023 / 4 meses antes

La Ruta del Bahareque en Filandia y su señalización interpretativa

Autor : Roberto Restrepo Ramírez

La Ruta del Bahareque en Filandia  y su señalización interpretativa

La artista y artesana Alba Teresa González

Una ruta del bahareque en Filandia, y su señalización interpretativa, es la última faceta de un turismo arquitectónico, histórico y cultural que este municipio ofrece a sus locales y visitantes. Es un logro —y más bien la culminación de la primera fase de un proceso— en el que intervinieron varios actores e instituciones. Están la fundación cultural artesanal y ambiental Guaicamarintia, la secretaría de Cultura Departamental, el municipio de Filandia y su Consejo Municipal de Cultura. Con el apoyo y acompañamiento del ministerio de Cultura, desde hace muchos años, su gestora principal, la artista y artesana Alba Teresa González, viene animando la iniciativa. Con otros patrimonialistas como son, entre varios, Jorge Humberto Guevara y Enrique Barros, de Calarcá y Salento, esta incansable mujer ha impulsado la Ruta del Bahareque. La misión ,sensibilizar en los municipios donde dicho material originario de construcción vernácula es todavía odiado y subvalorado. 

“Guaicamarintia” es un nombre que evoca historia y mitología, con relación a una supuesta hija del héroe y guerrero Calarcá, el pijao que está inserto en la historia ancestral de esta region. Alba Teresa —al frente de la Fundación que lleva el nombre de la también legendaria mujer quimbaya— ha impreso, en su trabajo de recuperación de las tradiciones culturales, la marca del pasado indígena. Pero también se ha preocupado por la puesta en valor del bahareque, esa argamasa  estructural que tienen las casas antiguas del Eje Cafetero y la que irónicamente se vitupera. Sin entender que ese conjunto de esterillas de guadua, estiércol de caballo (boñiga) y estuco (baño) de cal líquida, junto con el entramado de listones y maderas cruzadas de los techos, es lo que corresponde al tesoro constructivo que tienen estas casas en su interior. 

En 2004, Alba Teresa y el odontólogo Jorge Humberto idearon la Ruta del Bahareque en Calarcá, para lo cual pensaron que uno de sus canales difusores —en aras de la apropiación social de tan importante componente patrimonial— era la fijación de placas informativas que contaran historias y singularidades de esas centenarias viviendas del centro histórico. Lograron su cometido y, en 2019, con el arquitecto Barros se colocaron esas placas en algunas fachadas de Salento. 

El proceso de fijación de las placas en Filandia ha culminado. Y diez casas representativas lo mostrarán a los turistas y residentes. El proceso investigativo fue arduo y generoso porque, acompañados por algunos miembros del Consejo Municipal de Cultura, los dueños nos contaron anécdotas y recuerdos. Otra vez vivimos la impresión de permanencia vital —al entrar al corazón de las viviendas— como si estuviéramos en el interior de un “baúl de la memoria”, tal cual lo manifestó Alba Teresa en alguna de las visitas. 

La siguiente relación de las diez casas más bellas de Filandia nos deja conocer su diccionario de términos constructivos y, también, ingresar al mundo emocional de los recuerdos. Lo vivimos admirando los diseños circulares y geométricos de cielorasos, caminando sobre vestigios de andenes grabados, dejándonos sorprender por las líneas de luz que reflejan las rendijas. Invadiendo las habitaciones, al correr las cortinas que las separan. Entreabriendo los postigos de las ventanas, oteando la semioscuridad de los zarzos, dibujando y fotografiando los detalles de zócalos, cornisas, aleros y rincones. Cubriéndonos con la humildad y sencillez de la madera, respirando los aromas de las plantas en los solares. O degustando los tragos de aguapanela con leche, que amablemente nos ofrecieron. Y añorando los fulgores cromáticos de los colores del pasado. Porque hoy el bahareque se ha cubierto de los colorines extraños del turismo arrollador. 

Enseguida, entonces,la descripción de las estancias del noble y abrigador bahareque:

La casa de doña Blanquita

En la salida para el corregimiento La India está es la única construcción antigua de dos pisos. Posee varias habitaciones, tres de ellas con diseños de cieloraso y comunicadas entre sí, colocando solo cortina de tela para pasar de un espacio a otro. El vestíbulo es amplio y una particularidad son las supervivencias de grabados en el andén y el pasadizo que conectaba con el patio, donde todavía se aprecia un trozo de pared con el bahareque embutido. Posee uno de los zaguanes más bellos, donde la escalera armoniza con el acceso a la segunda planta. Los miembros de la familia Giraldo Piedrahita conservan fotografías antiguas y las camas clásicas de madera, como una forma de mantener los recuerdos de doña Blanquita, la madre, lo mismo que de su huerta en el solar. 

El poeta Narciso Vargas

La cuadra, correspondiente a la carrera novena, era hace años el continuo de bahareque más bello. En esta casa, construida en 1922, vivió el poeta Narciso Vargas Gaviria. 

En su interior se guardan los detalles familiares, entre los cuales están los manuscritos y cartas de amor dirigidas a su esposa Ana Celia Muriel. Su hija Nubia, también poeta, conserva los muebles dentro de las habitaciones. Se aprecian los rasgos estructurales de la tipología de casas de una planta, comunicadas por el zarzo. Uno de ellos es la puerta de comedor con calado. Frente a la casa se instaló el Parque Viejo, que luego fue alterado para construir la Escuela de Niños, edificación en la que hoy funciona el Hospital Mental. 

La casa de la esquina curva

Es una de las viviendas tradicionales más llamativas. Dos detalles arquitectónicos, que tuvieron en cuenta los constructores en la segunda década del siglo XX, llaman la atención de arquitectos, transeúntes y turistas:

La curvatura de la esquina en el material originario, el bahareque, único rasgo de esta tipología en Filandia. El hermoso diseño del cieloraso en la habitación principal, un redondel que se aprecia desde la calle. 

Ambos componentes, aunados a la hermosura de sus postigos, hacen de esta casa una construcción digna de admirar. En sus dos plantas funcionan la cafetería y panadería más antigua y el café bar restaurante más novedoso. 

La casa Manzur

Es la pequeña morada esquinera donde vivieron, a mediados del siglo XX, don Julio Duque y sus descendientes. En la primera planta se instaló su famoso almacén de calzado y miscelánea, atendido por Adalgisa Duque y sus hermanas. Era don Julio, su padre, quien elaboraba los zapatos en un taller que había establecido en la Calle del Convento. 

Es llamativo el diseño atípico del cieloraso en la habitación principal, que presenta forma de zigzag, bien valorado por el actual propietario el señor Manzur. 

También se destaca un pequeño balcón, desde el cual se divisa la torre principal del templo de Filandia, pues la cúpula parece emerger de los tejados de barro que tienen las casas contiguas a ese monumento religioso. 

Las casas del incendio

El 20 de febrero de 1995 es la fecha más triste de la historia de Filandia. Un incendio consumió cuatro históricas casas de bahareque de este costado de la plaza principal. En este preciso sitio se encontraban la casa de la familia Mesa Garzón y el bar Ganadero. A su izquierda, la casa de doña Esther Marín de Peláez  y la Fuente de Soda Claudia. En la esquina occidental de esta cuadra, la casa de Aurita Alarcón y el estanquillo La Mazorca. Y enseguida la casa de la familia Hernández y la cafetería La Victoria, local éste donde se inició la conflagracion en la madrugada. 

En el “Ganadero” y “Claudia” se habían grabado las más significativas escenas de la telenovela “Café con aroma de mujer”. Sólo recuerdos quedaron. 

Las residencias Bond

En esta esquina se construyó la primera casa de una planta, que daba inicio a la calle Real, en 1899. Fue la primera levantada por el señor José María Serna, venido de Salento, para después adelantar las hermosas casas de balcón de las esquinas de la plaza principal. 

Fue a finales de la década de los cuarenta del siglo XX cuando fue adquirida por la familia Pérez Cedeño, quienes completaron el segundo piso, ideando el más hermoso cieloraso que posee Filandia, en su habitación principal. Admirado permanentemente por los transeúntes, es un redondel central rodeado de fragmentos de esquina en forma de semiarco. Allí funcionó desde entonces la posada llamada Residencias Bond, la más popular. Y en los bajos, la Farmacia Bristol. 

La Casa de Leti

Uno de los aspectos más sobresalientes, que hacen parte del Patrimonio Inmaterial, es el empleo de los apodos para llamar a sus habitantes. A Leticia - su actual propietaria - y a sus familiares, siempre se les ha llamado “ los Surullos”. 

Conocida popularmente por su apodo, esta vivienda es el prototipo de lo rural trasladado al ámbito urbano. Su interior es levantado en bahareque de tabla, sus piezas son sencillas y primorosas y se ve la armazón de listones en el zarzo, pues hay ausencia de cieloraso en el humilde corredor. Resaltan los cuadros costumbristas, las fotos familiares, el reflejo de la luz exterior a través de las rendijas de viejas ventanas y las colchas de las abuelas tendidas sobre las camas. Además del espacio provincial que se ve en el patio, la casa es una añoranza del pasado en la transformada Filandia. 

La Casa de don Jaime

El matrimonio conformado por don Jaime Londoño y doña Eunice Toro son los tradicionales moradores de esta casa, una de las más bellas y amplias. Ambos poseen un profundo respeto por la conservación de las tradiciones, como caracterizaba también a sus padres, el comerciante de café Lázaro Londoño y el docente Roberto Toro Toro. 

La casa cuenta con el zaguán más llamativo y las escaleras de entrada más hermosas. Además, la baldosa antigua del pasadizo de entrada hace armonía con el conjunto arquitectónico. Es la casa de bahareque que mejor conserva el color de antaño, el verde básico. Así como la tipología de sus ventanas, sin el balcón impuesto de otra tendencia, que está desfigurando el entorno patrimonial. }

La Casa de don Arturo Brito

Está al final de la carrera quinta entre calles quinta y sexta, correspondiente a la cuadra de bahareque más conservada de Filandia. Era la casa de don Arturo Brito, un famoso comerciante que tenía su granero de abarrotes en el primer piso. Su hija, Irma Brito, es la actual propietaria y ha refaccionado adecuadamente su interior sin alterar los detalles que datan de la época de su construcción, en la segunda década del siglo XX. Esas características son el corredor con baranda y macanas, el piso de tabla, las ventanas con aldabas interiores, la pequeña despensa al lado de la cocina, el espacio antiguo para el baño y la ducha. Y un hermoso diseño geométrico en el cieloraso de una de las seis habitaciones. Todo un encanto de morada. 

La casa de don Duván

Don Duván Ospina fue el veterinario más recordado del municipio. Con su esposa e hijos conformaron la familia amorosa de Filandia que le imprimió a esta casa el encanto que todavía conserva. Presenta todavía el color básico de la arquitectura tradicional. Es el verde claro, que reluce en su puerta, zócalo, ventanas y alero, componentes éstos que aún muestran los detalles de carpintería de los constructores de antaño, entre los cuales estuvo Pedro Pablo Martínez, el abuelo de la Familia Ospina Martínez, actuales poseedores

La casa se destaca en la calle de La Cruz, sector que se llama así porque por su extensión se cumplen los pasos ceremoniales y cantados de la Semana Santa en Vivo y donde se adornan las fachadas con los altares religiosos y las imágenes del templo principal. 


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