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Opinión / DICIEMBRE 28 DE 2022

A propósito de El Otro

Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.

Enredada entre recuerdos sobre el premio Nobel, cuarenta años atrás, otorgado a Gabriel José de la Concordia García Márquez, ocasión en la cual se trasladaron al gélido invierno norte europeo, a la solemnidad del escenario de entrega y ceremonia de recibo, trazas de ambiente caribe, fundidos en aplausos la realeza sueca con el boom literario real- fantástico; el blanco liquiliqui, con un discurso de afinada confección; orquestas sinfónicas con intérpretes de fábulas vallenatas, llega la remembranza de, “El otro”, jamás realizado proyecto periodístico y editorial del genio cataquero, con el cual soñó contrapesar la hegemonía de El Tiempo, periódico entonces propiedad de la familia Santos, inamovible líder en el campo de la información impresa y en la formación de opinión en Colombia. Por suerte, entre los pretendidos inversionistas, se impuso el buen juicio de quienes avizoraban malos tiempos para aventuras editoriales semejantes. Sirve la alusión a la fallida aventura del difunto para urdir algunas líneas relativas a la prensa, a los diarios, productos bajo creciente amenaza de las redes y del desprecio generalizado por la lectoescritura.

El declive en la curva económica de los gigantes de la prensa, en la redondez del mundo, es consecuencia obvia de los cambios planteados por las nuevas realidades tecnológicas en los campos de la informática y las comunicaciones. El ciudadano medio de hoy, sin distingo de nacionalidad, dispone de recursos ilimitados y de bajo costo que suplen con enorme ventaja cuanto podrían ofrecer los impresos; aún las ediciones digitales, de los diarios tradicionales, añadiendo identificación de género, edad, nacionalidad, línea ideológica o política, a gusto del lector u oyente. Para sobreaguar en medio de una crisis, sin final distinto a la extinción, se ha recurrido a toda suerte de fuentes alternas de ingresos, creando páginas electrónicas, apps con alto contenido publicitario, promociones, adheridos, etc. No obstante, la erosión de lectores habituales es notoria. La casi nula interacción con ellos, pese a esfuerzos y estímulos, evidencia un desapego, una apatía en aumento. 

Para el opinador de prensa, oficio al cual le he dedicado horas robadas al trabajo de subsistencia y al sueño, no deja de ser frustrante el hecho repetido a diario, de ver y oír “productores de contenido” audiovisual, con miles y miles de seguidores, mientras nuestros elaborados análisis, observaciones y comentarios se pierden en el ciberespacio. La supervivencia de los diarios es incierta. Incierto también el rumbo que tomará la expresión de pensamiento en el mundo del futuro. Quienes hemos tenido a los periódicos como fuente de conocimiento y relación con el entorno social e intelectual que a cada uno nos ha correspondido, además de añorar tiempos agotados, nos queda el refugio de la introspección creativa, de la reflexión desapasionada, y el deseo íntimo, profundo de que los caminos elegidos por las multitudes manipulables, encuentren caminos de realización colectiva en dignidad. 
 


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