Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.
El poder y la nada, libro de Jean-Paul Sartre (1905-1980) contribuyó al existencialismo, sistema que tiene por objeto el análisis y descripción de la vida concreta, considerada como el acto de una libertad que se afirma a sí misma, creando la personalidad del individuo.
Alumno de Edmundo Husserl padre de la fenomenología, Sartre bebió en las fuentes de la ilustración y chocó con la metafísica. Lo influenciaron: la situación de la filosofía que encontró en su juventud, las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y los efectos de la Revolución Rusa.
La doctrina existencial comienza con el danés Sören Kierkegaard (1813-1855) quien viaja a la metrópoli Berlín a estudiar razonamiento. Dicho saber desembocó en Unamuno, Jaspers, Heidegger, Sartre y Camus. La meta sartreana está orientada por la necesidad de retornar al examen de las cosas mismas, pero eligiendo la interioridad humana como la ‘cosa’ esencial del quehacer filosófico.
Sartre llega a una consideración pesimista de la naturaleza de la persona y de la sociedad, ya que cada viviente está en el mundo de manera distinta, pues el resultado de esa reflexión nunca es igual en dos mortales; describe un planeta en que el pensante, esforzándose por comprender, concluye que todo esfuerzo lleva al fracaso y la ruina, sostiene J. L. Rodríguez en El hermoso orgullo de ser libre.
En 1964 rechazó el Nobel de Literatura porque estaba reservado a los escritores de oeste o a los disidentes del este; no quiso ser absorbido por el poder, prefirió conservar su independencia. Sin compartir lecho, fue compañero hasta el fin del ciclo vital de la filósofa Simone de Beauvoir (1908-1986). Apoyó el movimiento estudiantil de París en mayo de 1968.
Sartre, dice que el espíritu naciente carece de historia o esquema en su vida lo mismo que deber o valor, nada tiene prefijado para regirse, certezas, valores o Dios; está solo, arrojado al mundo, la liberación no es un regalo, sí su perdición. Existe únicamente el hombre, no el humanismo, pero en verdad constituye nihilismo capaz de negarlo todo y de edificar nada.
La meditación que persigue la globalidad desde la perspectiva existencialista de la realidad última del sujeto que viene vacío al planeta, a fin de realizarse en autonomía, ejerciendo su soberanía sin aceptar imposiciones, se siente en las páginas de El poder y la nada.